El poeta canta por
todos
I
Allí están todos, y tú
los estás mirando pasar.
¡Ah, sí, allí, cómo quisieras mezclarte y
reconocerte!
El furioso torbellino
dentro del corazón te enloquece.
Masa frenética de dolor, salpicada
contra
aquellas mudas paredes interiores de carne.
Y entonces en un último esfuerzo
te decides. Sí, pasan.
Todos están pasando. Hay niños, mujeres. Hombres
serios.
Luto cierto, miradas.
Y una masa sola, un único ser,
reconcentradamente desfila.
Y tú, con el corazón apretado, convulso de tu
solitario
dolor, en un último esfuerzo te sumes.
Sí, al fin, ¡cómo te
encuentras y hallas!
Allí serenamente en la ola te entregas. Quedamente
derivas.
Y vas acunadamente empujado, como mecido, ablandado.
Y oyes un
rumor denso, como un cántico ensordecido.
Son miles de corazones que hacen un
único corazón que te lleva.
II
Un único corazón que te
lleva.
Abdica de tu propio dolor. Distiende tu propio corazón
contraído.
Un único corazón te recorre, un único latido sube a tus
ojos,
poderosamente invade tu cuerpo, levanta tu pecho, te
hace agitar las
manos cuando ahora avanzas.
Y sí te yergues un instante, si un instante
levantas la voz,
yo sé bien lo que cantas.
Eso que desde todos los oscuros
cuerpos casi infinitos se
ha unido y relampagueado,
que a través de
cuerpos y almas se liberta de pronto en tu grito,
es la voz de los que te
llevan, la voz verdadera y alzada donde tú puedes escucharte, donde tú, con
asombro, te reconoces.
La voz que por tu garganta, desde todos los
corazones
esparcidos,
se alza limpiamente en el aire.
III
Y para todos los oídos.
Sí. Mírales cómo te oyen.
Se están escuchando a sí mismos. Están escuchando
una
única voz que los canta.
Masa misma del canto, se mueven como una
onda.
Y tú sumido, casi disuelto, como un nudo de su ser
te
conoces.
Suena la voz que los lleva. Se acuesta como un
camino.
Todas las plantas están pisándola.
Están pisándola hermosamente,
están grabándola con su carne.
Y ella se despliega y ofrece, y toda la masa
gravemente desfila.
Como una montaña sube. Es la senda de los que
marchan.
Y asciende hasta el pico claro. Y el sol se abre sobre las
frentes.
Y en la cumbre, con su grandeza, están todos ya cantando.
Y es tu
voz la que les expresa. Tu voz colectiva y alzada.
Y un cielo de poderío,
completamente existente,
hace ahora con majestad el eco entero del
hombre.
Vicente
Aleixandre
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